Sacrificio por la humanidad
Era el primer sábado de Octubre y después de la conferencia de Primera Cámara, un grupo de seis personas nos quedamos en el recinto esperando que el Instructor se desocupara totalmente de sus actividades. Cuando esto sucedió, tomé la palabra para manifestarle que queríamos pasar por la “Ceremonia de Iniciación” y poder seguir a la Segunda Cámara. El Instructor nos citó para la próxima semana y comenzar la etapa de preparación para hacernos conscientes de lo que íbamos a hacer. Lo primero era que comprendiéramos que el místico sin preparación intelectual, nace el santurrón; así como del intelectual sin espiritualidad, nace el bribón. He ahí los dos polos opuestos, tan fácil de confundir y que en la inmensa mayoría de nuestra humanidad, no existe el menor propósito de profundizar psicológicamente en este campo del equilibrio intelectual y espiritual.
La Gnosis es el equilibrio, la sabiduría misma, porque marcha paralela en sus principios espirituales, sociales, intelectuales en todos los frentes de la vida humana. La Gnosis escudriña el principio de las cosas y se enrumba por ese principio; establece sus bases en el principio mismo de la vida, de la creación, de nuestra propia existencia. Los que estudiamos la Gnosis debemos llegar hasta el principio o raíz de nuestra propia existencia y empezar desde este punto de partida el escabroso viaje hacia nuestra Realidad Interior. Todo ser viviente tiene su principio en el sexo, entonces debemos empezar a estudiar nuestra propia existencia desde la raíz de nuestra vida que es, la energía sexual. En la energía sexual radica la potencia del Hombre y sólo mediante el estudio científico y consciente de los Misterios del Sexo podemos llegar a ser Hombres Verdaderos en el sentido exacto de la palabra.
Nos invitaba nuestro Instructor, en las reuniones de preparación, que cada uno de nosotros, en el propio hogar, encontráramos el Camino de la Redención por medio del amor puro, del lecho sin mancilla, si no pecamos contra el Espíritu Santo, que es fuente de vida, del que no pierde sus energías genéticas. Nos animaba a que entráramos a esta senda limpios en pensamiento, palabra y obra, por la puerta estrecha y angosta que es el sexo, este es el Arcano A. Z. F., que nos conduce al Altar de la Iniciación. La vestal (la esposa) nos despierta del letargo de los siglos, cuando la sabemos aprovechar, o a la inversa, la mujer con su varón.
El Instructor nos instaba a que aquí se requería la paciencia de Job para perseverar en la senda del Filo de la Navaja, la senda de las incesantes purificaciones, donde el peregrino se convierte en gladiador con el escudo del amor; lamentablemente, a veces, comentaba, muchos se quedan en los remansos y al igual que el pez, en ellos encuentra la muerte. Insistía que esta senda está llena de muchas renunciaciones y pruebas, pero que “hay remedios y remedios”; uno de esos remedios es nuestra “página de servicios”, la del “amor al prójimo”, el de sentir compasión por los que sufren, por los que están en el error. El que sirve a sus semejantes se desenvuelve en el Tercer Factor de la Revolución de la Conciencia y gana “Capital Dármico”; capital con el cual se maneja la vida y se combate al “León de la Ley de la Balanza”.
El Instructor continuaba llevando a cabo nuestra preparación preliminar; ya sentíamos el anhelo de pasar por la “consagración”; otros Hermanos de ese Lumisial asistían a nuestro “cursillo”, y nos brindaban su ayuda y experiencia. Me llamó mucho la atención que todos ellos enfatizaron hasta la saciedad en controlar nuestras fuerzas pasionales para poder avanzar, y como es obvio, esto implica tremendos sacrificaos, pero todo sacrificio tiene su recompensa. “La sangre del cordero lava los pecados del mundo”, esto quiere decir que si no perdemos la fuerza creadora, ganamos valores espirituales y pagamos con estos nuestras deudas Kármicas. O sea, con la ayuda inmediata de nuestro Salvador Íntimo, que está latente en nuestra propia simiente; lo que quiere decir que la misma energía Crística nos salva.
Después de diez reuniones con nuestro Instructor, recibiendo sus orientaciones durante dos horas diarias, acordó que el 27 de ese mes, octubre, comenzando a las 4 p. m., pasaríamos por el Ritual de Iniciación Gnóstica. Ese día es una fecha muy especial, pues según lo que se nos informó, la Iglesia Gnóstica tiene ciertas fechas magnas durante el año: el 6 de enero, el 4 de febrero, jueves y viernes santo, 27 de octubre y 24 de diciembre. Son como fiestas mayores y cada una de ellas tiene un significado trascendente.
Los seis miembros que estábamos dispuestos a avanzar a Segunda Cámara, nos pusimos el propósito de ser prácticos, conscientes de que no nos íbamos a engañar a sí mismos por omisión de aplicación práctica de los métodos y sistemas de la ciencia. Nos propusimos a capturar en la vida experimentar que la teoría sin la práctica es incompatible y que por este motivo era indispensable ser “realista”. Es importante comprender que en estos estudios no debemos quedarnos estancados sólo en la parte teórica, y por eso nos propusimos cumplir en nuestro interior estos propósitos: Prepararnos rápidamente en el despertar de la Conciencia; batallar permanentemente contra el sueño; luchar constantemente contra nuestros instintos animalescos, trabajar permanentemente en la “Fragua encendida de Vulcano” hasta fabricar los Cuerpos Existenciales Superiores del Ser; sacrificarnos por nuestros hermanos, por la humanidad. Los seis que íbamos camino a la Segunda Cámara, teníamos el anhelo de vivir la enseñanza práctica de momento en momento, de instante en instante, tal como el V. M. Samael Aun Weor nos enseña en las conferencias que le habíamos escuchado.
Faltando exactamente seis días para la fecha acordada: 27 de octubre de 1973, nos informaron que el Director Espiritual del Lumisial “Rafael”, del cual íbamos a hacer parte como “Miembros Activos”, había ordenado nuestra “Consagración”. Pero nuestra sorpresa fue grandemente maravillosa, pues ese día también se inauguraba en ese Centro Cultural Gnóstico, un “Curso de Misioneros” y el orador principal era nada más y nada menos que el V. M. Samael Aun Weor. Así que nuestra alegría era inmensa, sin límites ni orillas, pues íbamos a escuchar la conferencia inaugural por parte del Maestro, antes que nosotros pasáramos por la Ceremonia de Consagración.
Ese día llegamos al recinto a la hora que nos había indicado. En las primeras cuatro filas de asientos estaban ubicados los treinta miembros que iban a hacer el Curso de Misioneros. El destino de ellos apenas terminaran era Europa, Estados Unidos y América del Sur. Detrás de ellos estábamos unos setenta invitados. Frente a nosotros estaba una comitiva formada por diez personas: el Directos del Lumisial, El Instructor, dos reconocidos Misioneros Internacionales y escritores Gnósticos y seis miembros cofundadores del S.S.S. de la Sierra Nevada de Santa Marta, Colombia. En medio de ellos se encontraba el V. M. Samael Aun Weor, que con su sabiduría divina nos entregó esta extraordinaria carga cósmica:
“Amigos míos, damas y caballeros que me escuchan, vamos esta tarde a dar inicio a nuestro Curso de Misioneros. Veo hoy con alegría un grupo muy selecto de Hermanos Gnósticos que vienen de todas partes del mundo a prepararse para llevar a cabo la gran tarea de formar el “Ejército de Salvación Mundial.”
“La Revolución de la Conciencia, ustedes saben muy bien, tiene Tres Factores: Nacer, Morir y Sacrificio por la Humanidad. Nacer es un problema completamente sexual; Morir, también entra en función el sexo ahí; Sacrificio por la Humanidad es amor. Claro está, que el Sacrificio se cumple a través del Trabajo Esotérico, en beneficio de todo el mundo.”
“Jesús el Cristo dijo: “En que os améis los unos a los otros, probaréis que sois mis seguidores”. Mas no sería posible cumplir con este precepto Crístico, en tanto continúen dentro de nosotros los “Yoes” del resentimiento y del amor propio. Es urgente, inaplazable, impostergable, eliminar de nuestra psiquis tales elementos indeseables. El “Yo” del resentimiento o del deseo revanchista, siempre ha originado en el mundo grandes fracasos.”
“El Tercer Factor de la Revolución de la Conciencia es el Sacrificio por la Humanidad. Es necesario amar a nuestros semejantes, pero el amor hay que demostrarlo pues no basta decir que amamos a nuestros semejantes; no; hay que demostrarlo con hechos, hay que estar dispuestos a subir al ara del supremo sacrificio por la Humanidad, hay que levantar la antorcha de la sabiduría, para iluminar el camino de otros; hay que estar dispuestos a dar hasta la última gota de sangre por todos nuestros semejantes, con amor verdadero, desinteresado, puro.”
“De manera que el Tercer Factor de la Revolución de la Conciencia es el Sacrificio por nuestros semejantes. Nacer, Morir y Sacrificarnos por la Humanidad, son los tres factores que nos convierten a nosotros en verdaderas encarnaciones del Cristo Cósmico. Esos tres factores nos vienen a convertir en Dioses, aunque tengamos cuerpos de Hombres. Esos tres factores vienen a hacer de nosotros algo distinto: nos transforman en Deidusos o Dioses inefables Elohim, Daimones, etc. Si nosotros trabajáramos con el primer y segundo factor –el de nacer y morir-, pero no amáramos a nuestros semejantes, no hiciéramos nada por llevar la luz del conocimiento a otras gentes, pueblos y lenguas, caeríamos en un egoísmo espiritual, muy refinado, que nos impediría todo avance interior. Pues si solamente nos preocupamos por nosotros y nada más que por nosotros, olvidándonos de tantos millones de seres que pueblan el mundo, incuestionablemente nos auto-encerramos en nuestro propio egoísmo. En esa forma, el “Yo” del egoísmo no nos permitiría la Iluminación.”
“El egoísmo se puede presentar en formas sumamente refinadas, y hay que eliminarlas. En tanto tengamos egoísmo dentro de nosotros mismos, pues la Iluminación no será posible. El egoísmo está formado por múltiples “Yoes” dentro de los cuales se haya enfrascada la Conciencia. ¿Qué hay que desintegrar esa multiplicidad de “Yoes” egoístas? ¡Es verdad! Pues si no lo hiciéramos, la Conciencia continuaría embotellada, estrecha, limitada, condicionada, y cualquier posibilidad de Iluminación sería anulada.”
“Nosotros debemos comprender que toda la Humanidad es una gran familia. Desgraciadamente, estamos embotellados en muchos afectos y consideramos únicamente como familia a unas pocas personas que nos rodean, lo cual es egoísmo; porque todos los seres humanos, sin excepción de razas, credos, casta o color, somos una sola familia. Esa familia se llama “Humanidad. Si únicamente miramos como hermanos a los que nos rodearon desde la cuna, vamos muy mal. Si únicamente queremos redimir a esas gentes que se dicen “nuestros familiares”, marchamos egoístamente. Se hace indispensable ver en cada persona un hermano. Esto que digo no es por mero sentimentalismo, sino porque en verdad todos somos hermanos. No es una frase meramente sentimentalista; es real, tal como se escucha: somos una familia, una sola gran familia que no debería estar dividida, una familia enorme que puebla la Tierra y que se llama “Humanidad”. A esos, nuestros hermanos, necesitamos llevarles el conocimiento, mostrarles la Senda, a fin de que algún día ellos también puedan hallarla y llegar a la Liberación Final. Si nosotros queremos la felicidad, debemos luchar por la felicidad de otros. Mientras uno más da, más recibe; pero el que nada da, hasta lo que no tiene le será quitado.”
“¿Cómo podríamos nosotros alcanzar la auténtica felicidad Nirvánica o Paranirvánica, aquí y ahora si no trabajamos por la felicidad de otros? La auténtica felicidad del Ser no puede ser egoísta, se logra, únicamente, mediante el sacrificio por nuestros semejantes. Así, quienes han logrado los estadios del Ser más elevados, quienes han ingresado en los mundos Paranirvánicos, Maha-Paranirvánicos, o en el Monádico o Átmico, o quienes al fin han conseguido fusionarse con el Eterno Padre Cósmico Común, obviamente se sacrificaron en alguna forma por nuestros semejantes en el mundo, y esto les dio méritos suficientes como para lograr, en verdad, la dicha que no tiene límites ni orillas jamás. Así que, para hacer el Curso de Misioneros,, debemos pensar en el bien común; en que debemos amar, sí, de una forma extraordinaria, a todos los seres que pueblan la faz de la Tierra. Amar no solamente a los que nos aman, porque eso lo haría cualquiera, sino también a los que nos odian. A los que nos aman, porque nos comprenden; a los que nos odian, porque no nos comprenden.”
“No debe existir, en nosotros, eso que se llama “odio”. Hay gentes que destilan y beben su propio veneno, y sufren lo indecible. Y eso grave. Uno no debe ser tan tonto. Aquel que está destilando y bebiendo su propio veneno, pues es un tonto. Aquel que se ha forjado un “infiernito” en su entendimiento, es un necio. Uno tiene que pensar que lo mejor es amar, pues si uno hace de su mente un infierno, no es dichoso jamás. Las gentes están todas llenas de resentimientos, y eso es gravísimo, porque donde existe el “Yo” del resentimiento, no puede florecer el amor. No hay quien no tenga resentimiento; todo el mundo guarda en su corazón palabras, hechos dolorosos, acompañados naturalmente de sus secuencias o corolarios, que son los ya consabidos resentimientos. ¿Qué ganará el que carga con eso? En ese sentido, no sabe amar, es revanchista. El que odia, está muy cerca de la maldición.”
“Hay que saber comprender a los demás, aprender a mirar el punto de vista ajeno, si es que queremos saber amar. Las gentes son incomprensivas, las gentes no quieren entender a otras gentes; sencillamente porque no saben ver el punto de vista ajeno. Si uno se sitúa en el punto de vista ajeno, aprende a perdonar, aprende a amar. Pero si uno no es capaz de perdonar a nadie, no sabe amar. Ahora, perdonar en forma mecanicista, no sirve para nada. Uno no podría perdonar, sencillamente porque aprendió la doctrina Gnóstica que se debe perdonar, pero eso es automático, no sirve. En el fondo continuará con el mismo resentimiento, con el mismo odio y hasta con el mismo deseo revanchista sofocado o reprimido. Cuando se dice “perdonar”, esto implica una eliminación. Uno no puede perdonar si no elimina el “Yo” del resentimiento, si no anula el “Yo” del rencor, si no reduce a polvareda cósmica el “Yo” de la revancha; el “Yo” que quiere “sacarse el clavo”, etc. Mientras no haya eliminado tales “Yoes” a través de la comprensión y con el auxilio de Kundalini Shakti, no es posible que de verdad perdone. Y si da perdón, éste es automático y perdón automático no es perdón.”
“Hay que sincerarnos consigo mismos si queremos saber amar. Si uno no se sincera consigo mismo, si no es sincero consigo mismo, no puede amar jamás. Amar implica un trabajo dispendioso sobre sí mismo. ¿Cómo podría uno amar a otro si no trabaja sobre sí mismo? Si no elimina de su interior los “elementos” de la discordia, de la revancha, del resentimiento, del odio, etc.? Cuando tales “elementos” infrahumanos existen en nuestra psiquis, la capacidad de amar queda anulada. Nosotros necesitamos amar, sí, a todos nuestros semejantes. Pero, repito, esto implica un trabajo. Uno no puede amar mientras existan los “elementos” del odio en sí mismo. Si queremos amar, debemos ser sinceros, auto-explorarnos, auto-investigarnos para descubrir esos elementos que nos incapacitan para amar. Hay mucho amor fingido en las distintas escuelas de tipo pseudo-esotérico, pseudo-ocultista. Nosotros los Gnósticos no debemos aceptar amor fingido; debemos ser exigentes consigo mismos. ¿Vamos a amar a nuestros semejantes o no los vamos a amar? Seamos sinceros. No se trata de que nos dejemos llevar de sentimentalismos sublimes. Podríamos creer que sí amamos, cuando en realidad no estamos amando.”
“El amor es algo muy sublime. Les voy a poner a ustedes un ejemplo, o algunos ejemplos sobre el amor. El fundador de Nueva York era un hombre muy inteligente. Tenía, pues, una esposa, y muy distinguida. Cuando fundó a Nueva York, aquello parecía una paradoja: allí no había sino vegetación, árboles, montañas, etc., etc.; él concibió la idea de una gran ciudad, al contemplar aquella región. Pero era la “época dorada”, la época en que la gente tenía la sed de oro en los Estados Unidos, aunque siempre la ha tenido, pero en aquélla época era muy manifiesta: la codicia por el oro físico, las minas de oro, etc. Sí; él, yéndose por el mundo, cometió un error que lo consideró muy grave: abandonar a la mujer en plena montaña. No la abandonó por ninguna otra mujer; no; sino por el oro, por ir a buscar las minas. Al fin supo de ella: alguien le dijo que ella había muerto. El no se preocupó mucho por eso, porque él tenia ansía, sed insaciable de oro. Más tarde, con el tiempo, encontró a una mujer y se casó con ella, o sea, con otra mujer. Metió ferrocarril, estableció Bancos. Cuando ya era un gran hombre, hablando ante un auditorio, de pronto descubre, entre las gentes a la mujer que él había abandonado.”
“Aquel hombre ya no podía ni hablar, trató, pero se trababa, quedó confundido, porque pensaba que estaba muerta. Y a ella le habían informado que él se había casado otra vez, que tenía seis hijos. En el auditorio se topó “de manos a boca” con ella; él no hallaba qué hacer. Le dijo ella: “No te preocupes, sé que te has casado”. Él estaba perplejo, porque claro, por regla recordó su primar amor. Y la amaba, sólo que la sed del oro había hecho que la abandonara. No hallaba qué hacer. Dijo ella: “Puedes marcharte, sigue tu camino”, ella también lo adoraba. Él intentó alejarse y no podía, sentía que le era difícil desprenderse de ella. Pero ella le dio valor: “No mires hacia atrás –le dijo-, marcha hacia delante, no te detengas por mí. Debes triunfar, te amo mucho y deseo tu triunfo”. Él se fue, caminando como un sonámbulo, hasta que ella se marchó. Ella lo amaba demasiado. Él hubiera podido dejar a la otra mujer de inmediato e irse con ésta, pero ella prefirió su felicidad. Eso es Amor.”
“¿Cuál de ustedes se siente capaz de hacer eso: ser capaz de renunciar a lo más amado, por la felicidad misma de lo más amado? Es que el amor no quiere recompensas, es dádiva en sí mismo, trabajo con renuncia de los frutos, no quiere sino el bien de otros, aún a costa de la propia felicidad. Pretender definir el amor, es un poco difícil. Si se define, se desfigura. Es más bien como una emanación, surgida, dijéramos, del fondo mismo de la Conciencia, un funcionalismo del Ser. Hay que entender, hay que comprender, pues, la necesidad de amar a nuestros semejantes. Porque mediante el amor podemos transformarnos, y amando, repartir bendiciones, llevar la enseñanza a todos los pueblos de la Tierra, encaminar a otros con el máximum de la paciencia, saber perdonar los defectos ajenos.”
“Incuestionablemente, al llevar uno la enseñanza a otros, encontrará muchas resistencias. Indubitablemente, le lloverán a uno, en muchas ocasiones, piedras; pero hay que saber amar y perdonar a todos, no reaccionar tanto. Las gentes viven reaccionando ante los impactos que provienen del mundo exterior. Hay siempre una tendencia a reaccionar. Yo me he fijado, pues, en las mesas directivas de los Lumisiales. En plena Asamblea, alguien dice algo en relación a alguien y nunca falta la reacción inmediata del aludido. Algunas veces con ira, otras con impaciencia, pero en alguna forma reaccionan. Muy rara vez he visto que una mesa directiva donde un sujeto XX permanezca impasible, sin reaccionar ante lo que otros digan.”
“Hay esa tendencia, de todo el mundo, a reaccionar contra todo el mundo. ¡Mas, qué chistosas son las gentes!: basta mover un botón y “truenan” y “relampaguean." Y si se mueve otro botón, sonríen dulcemente. Los “humanoides” son máquinas que todo el mundo maneja a su antojo; son como un instrumento de música, donde cada cual toca su propia canción. Si alguien quiere que ustedes sonrían, basta decirles palabras dulces y darles palmaditas en el hombro, sonríen dulcemente. Si quiere que “truenen” o “relampagueen”, basta decirles unas cuantas palabras duras y ya se ponen con el entrecejo fruncido y reaccionan inmediatamente. Yo mismo aquí, estoy platicando con ustedes y los veo un poco sonrientes. Si en este momento les echara un regaño, ¿qué sucedería? Cambiarían de inmediato, ya no estarían tan sonrientes, ya las cejas aparecerían fruncidas. ¡Qué tristeza, pero así es!. ¿Por qué? Son máquinas, un instrumento que todo el mundo toca. Instrumentos, como la guitarra. El que quiera verlos contentos, dirá una cuantas palabras dulces y ya estamos felices. Pero el que quiera verlos llenos de odio, diga unas palabras duras y ya estaremos terribles.”
“De manera que dependemos de otros, no tenemos libertad, no somos dueños de nuestros propios procesos psicológicos, cada cual hace de nosotros lo que le venga en gana. Unas cuantas palabritas de lisonja, e inmediatamente, ¡Ah! sentimos auto-importancia; otra palabrita de humillación y qué tristes y pequeños nos sentimos. Si cada cual hace de nosotros lo que quiere, ¿entonces dónde está nuestra autonomía, cuándo dejaremos de ser máquinas? Es obvio que para aprender a amar, hay que adquirir autonomía, porque si uno no es dueño de sus propios procesos psicológicos, jamás puede amar. ¿Cómo? Si otros son capaces de sacarnos del estado de paz al estado de discordia, ¿cuándo podríamos amar?”
“Mientras uno dependa de otros, psicológicamente, no es capaz de amar. La dependencia obstaculiza el amor. Necesitamos nosotros acabar con la dependencia, hacernos amos de sí mismos, dueños de nuestros propios procesos psicológicos. Cuando yo tuve la reencarnación de Tomas de Kempis, escribí en mi libro “Imitación de Cristo”, en aquella antigua reencarnación, una frase que dice: "Yo no soy mas porque me alaben, ni menos porque me vituperen, porque yo siempre soy lo que soy”. De manera que debemos permanecer impasibles ante la alabanza y el vituperio, ante el triunfo y ante la derrota; siempre serenos, impasibles, siempre dueños de sí mismos, de nuestros propios procesos psicológicos.”
“Así sí, marchando por ese camino, llegaremos a estar siempre estables en Eso que se llama “Amor”. Necesitamos nosotros establecernos en el reino del amor, pero no podríamos hacerlo si no fuésemos dueños de nuestros propios procesos psicológicos. Pues si otros son capaces de hacernos rabiar cada vez que quieran, si otros son capaces de hacernos sentir odio, obviamente no somos dueños de sí mismos. En esas condiciones, jamás podríamos nosotros estar establecidos en el reino del amor. Estaríamos en el reino del odio, en el de la discordia, en el del egoísmo, en el de la violencia, pero jamás en el reino de Eso que se llama “Amor”. Debemos permanecer estables en el reino del amor, tenemos que hacernos dueños de nuestros propios procesos psicológicos. Si golpeamos en una puerta, por ejemplo, y nos reciben a piedras porque vamos a dar la enseñanza Gnóstica, y si nos alejamos de allí, dijéramos, con el deseo de revancha, o terriblemente confundidos, entonces no serviríamos para Misioneros Gnósticos. Si llegamos a un pueblo a predicar la palabra y el señor “cura” nos corre, y entonces nos llenamos de terror, ¿serviríamos, acaso, para Misioneros Gnósticos?”
“El terror nos incapacita para amar. ¿A qué le tenemos miedo nosotros? ¿A la muerte? Si para morir nacimos, ¿entonces qué? Que muera uno, unos días antes o unos días después, ¿qué? Siempre tiene uno que morir. Entonces, ¿a qué le tenemos miedo? Además, la muerte es tan natural como el nacimiento. Si le tenemos miedo a la muerte, también debemos tener temor al nacimiento, pues son los dos extremos de un mismo fenómeno que se llama “vida”. ¿Tenerle miedo a la muerte? ¿Por qué? ¿Si todo lo que nace tiene que morir? Las plantas nacen y mueren, los mundos nacen y mueren. Esta misma Tierra nació y un día será un cadáver, quedará convertida en una nueva Luna.”
“Así, pues, temer a la muerte ¿por qué? La muerte es la corona de todos, y por cierto que es hasta muy bella. Uno no debe mirar a la muerte jamás con horror; hay que mirarla como es. Ver un cadáver en un féretro, en la mitad de una sala, no es haber comprendido el Misterio de la Muerte. el Misterio de la Muerte es muy sagrado. Jamás se podría comprender el origen de la vida, el Misterio de la Vida, si antes no se ha comprendido a fondo el Misterio de la Muerte. Cuando uno entiende de verdad lo que son los Misterios de la Muerte, entiende los Misterios de la Vida. La muerte nos depara, pues, deliciosos momentos. Con la muerte viene la paz.”
“Bien vale la pena, pues, no tener miedo al morir. Y si alguien muriera en el cumplimiento de su deber, trabajando por la Humanidad, ese alguien sería premiado con creces en los mundos supriores. Dar uno la vida por sus semejantes, es algo sublime. Eso fue lo que hizo el divino Rabí de Galilea, es lo que han hecho todos los santos, los mártires: San Esteban, apedreado por enseñar la palabra; Pedro, crucificado con la cabeza hacia abajo y las piernas hacia arriba, para indicar el trabajo en la “Forja de los Cíclopes”. Eso son ellos: verdaderos mártires. Son los que descollan más tarde, entre el Mahamvantara como Dioses. Así, pues, temer es absurdo. Lo más que podría sucedernos a nosotros es que nos llevaran al paredón de fusilamiento ¿Y qué? Después de todo, ¿qué? Morirse uno, unos días antes o unos días después, es algo que no tiene la menor importancia. Vale las pena que pensemos en todas esas cosas. Por temor, los hombres se arman para matar a otros. Por temor, las guerras entre las naciones, pues cada nación teme que otra la invada y se arma, y viene el desastre. Por temor exciten los ladrones, que le tiene miedo a la vida. Por temor existen las prostitutas, que le tienen miedo al hambre. Por temor, un hombre mata a otro. El temor, pues, es la raíz de muchas maldiciones sobre la Tierra.”
“El que tiene miedo jamás podría afrontar la prueba del Guardián de la Inmensa Región. ¿Cómo podría afrontarla si teme? El que tiene miedo, al verse fuera del cuerpo físico, resulta “chillando”: Que parece que ya se olvidó, que dejó a su mamá y a su papi, que a sus hermanitos, que al abuelo. Que, en fin, “y ahora qué hago”. Pueden estar ustedes seguros que nosotros somos solos, cada uno de nosotros, y que la única familia que tenemos se llama “Humanidad”. Uno, después de muerto, tiene que llegar a la conclusión que está solo. La buena reputación de papá y de mamá, el cariño de sus hermanos, sus amigos, todo eso queda atrás. Se encuentra con que uno no es más que otra criatura de la Naturaleza y eso es todo; sin nombres ni apellidos, terriblemente sola. ¿Papá, mamá y los hermanitos? Son tan sólo la fascinación de un día; nada de eso tenemos, somos espantosamente solos. A la larga, lo único que tenemos que buscar adentro es el Padre que está en secreto y a nuestra Madre Divina Kundalini, y al Cristo Señor. ¿Y familia? ¡Todos los millones de seres humanos! No digo solamente los de la Tierra, sino los de todos los mundos del espacio. Esa es la realidad. Es una realidad descarnada lo que les estoy diciendo, pero es la realidad. Descarnada porque ustedes quieren mucho a sus familiares, ¿verdad? Ahora, si uno no tuviera familia dirían: “Bueno, si usted no la tiene, ¿pues qué le importa?” No, yo la tengo también, y me doy cuenta que es vano todo eso. No quiero decirles que yo no quiera a mis familiares. Yo sí los quiero, como ustedes los quieren; sólo que yo ya experimenté, directamente, la realidad de mi propia familia y llegué al convencimiento de que la familia es toda la Humanidad.”
“No guardo resentimientos contra la familia. No vayan a creer ustedes que estoy hablando con algún resentimiento. No, cuando digo que experimenté la realidad de lo que es la familia, quiero referirme en forma trascendental a la Enseñanza. Fuera del cuerpo físico, se me enseñaron los Misterios de la Vida y de la Muerte. En alguna ocasión se me hizo sentir la muerte por anticipado. Se me hizo salir del cuerpo físico; ya fuera de la forma, se me hizo adelantar en el tiempo para verme muerto ¿qué vi? Un cadáver. ¿Qué había en ese ataúd? Un cuerpo. ¿Cuál? El mío. ¿Quiénes estaban ante ese ataúd, en la sala llena de flores y coronas de difuntos? Familiares. Entre mis familiares, estaba ahí mi Madre. Me acerqué a ella, besé su mano y dije: “Gracias por el cuerpo que me diste; mucho me sirvió ese cuerpo, resultó maravilloso. ¡Gracias!”. Me acerqué a todos los otros familiares, despidiéndome de ellos. Abandoné aquélla morada y me sumergí entre el seno de la Naturaleza, convencido de que estaba desencarnado.”
“¿Qué había? Naturaleza: valles profundos, montañas, océanos, nubes, aire, Sol. ¿Y mis familiares qué? Se habían quedado en el pasado, ya no tenía familiares. Los nombres y apellidos, mi linaje, mi pueblo, mi lengua, ¿en qué habían quedado? ¡Cosas del pasado! Ahora estaba sumergido entre una Naturaleza salvaje, absolutamente: salvaje. Y entonces mi querida familia ¿qué? Solamente pude exclamar “¡Ya no tengo familia!”
“¿Y los seres que me rodearon? Eso fue en el pasado; ahora estoy solo, espantosamente solo. Soy tan sólo una criatura de la Naturaleza, una Naturaleza salvaje. ¡Lo que hay son unos valles, unas montañas, una tierra húmeda por la lluvia! ¿Y mi casa? ¿Cuál casa? Ya no tienes casa ¿Y bienes? Mucho menos bienes terrenales ¿De dónde los voy a sacar? Entonces, ¿quién eres? Una partícula de la Naturaleza, una Naturaleza salvaje que nada tiene que ver con cuestiones familiares. Conclusión: mi familia es toda la Humanidad, o todos los Humanoides, o todos los mundos, las Humanidades planetarias, y eso es todo. Sentí, sin embargo, un poco de tristeza, al darme cuenta que todavía el “cordón de plata” no se había roto. Hubiera querido romperlo, pero permanecía intacto. No me quedó más remedio que regresar. Yo pensaba que ya estaba desligado, absolutamente, de la forma física, y me tocaba volver otra vez. Y volví, sí, entré en mi cuerpo. Esa es la realidad, pues, en relación con familiares; parientes, allegados, primos, hermanos, tíos, sobrinos, nietos, biznietos, tataranietos. Y, en fin, todo eso nos fascina en el fondo.”
“Nosotros necesitamos elevar un poco el corazón con la frase “Sunsum Corda”: ¡Arriba Corazones! y saber que todos somos una gran familia; ver en cada persona un hermano, sentir a cada uno de nuestros hermanos como carne de nuestra carne, como sangre de nuestra sangre; no ver a los otros como extraños, como gente distinta, porque eso es absurdo. Todo somos una enorme, una inmensa familia que se llama “Humanidad.”
“Nosotros debemos sacrificarnos, por esa inmensa familia, con verdadero amor. Si así lo hacemos, marchamos con el Tercer Factor de la Revolución de la Conciencia en forma plena. Trabajando uno por los demás, también es recompensado. Aunque uno renuncie a los frutos de la acción, siempre es recompensado. Trabajando por los demás, podemos cancelar el Karma viejo que traemos de existencias anteriores. He conocido a muchas personas que sufren los problemas diversos de la vida, económicos, por ejemplo. Aquellos que tienen problemas económicos, incuestionablemente ocasionaron daños económicos a muchas gentes en el pasado y ahora cosecha lo mismo que sembraron, “toman de su propio chocolate”. Sin embargo, se quejan y protestan y blasfeman, y quieren mejorar la situación económica, pero no remedian el mal que hicieron, no forman parte de alguna Cooperativa, nos son capaces de partir su pan, para dar la mitad al hambriento; no son capaces de quitarse una camisa para vestir a un desnudo, nos son capaces de dar un consuelo a nadie, pero quieren mejorar económicamente. Claro, solicitan servicios, piden que les ayudemos en el trabajo de cambiar su situación, pero ellos no se preocupan por servir a nadie, son parásitos que existen bajo el Sol.”
“En esa forma, ¿cómo se podría mejorar económicamente? Toda causa trae su efecto. El Karma es el efecto de una causa anterior. Si se quiere anular el efecto, hay que empezar por anular la causa que lo produjo. Y se anula la causa que lo produjo con inteligencia. Con todas estas cosas se van a encontrar ustedes en el camino: unos que quieren que ustedes los curen, pero jamás se preocupan por curar a nadie; muchos que tienen gravísimos problemas económicos, pero nunca piensan cooperar en alguna forma con alguien, etc. Cada cual tiene sus problemas y los problemas los crea el Ego, y nada más que el Ego desdichado. Uno puede anular todos los problemas si no tiene Ego; si no tiene Ego no hay problemas. ¿Por qué? Porque no hay quien reaccione dentro de la mente de uno, no hay un revanchista que complique la situación, no hay nadie que odie en nosotros, o a través de nosotros. Entonces no hay problemas, los problemas los crea el Ego y nada más que el Ego. Trabajando a favor de los demás, pues uno cancela viejos Karmas. El que sirve a otros, se sirve a sí mismo. El que da recibe y mientras más da, más recibe; esa es la Ley. Al León de la Ley se combate con la Balanza. Si en un platillo de la Balanza pudiéramos nosotros poner buenas obras, en el platillo a nuestro favor, quedaría anulado el Karma. En verdad que el León de la Ley hay que darle duro con la Balanza. Esa es la clave para vencer el Karma. Como dicen los Señores de la Ley: “Haz buenas obras para que pagues tus deudas”. “El que tiene con qué pagar, paga y sale bien en los negocios; pero el que no tiene con qué pagar, tiene que ir a la cárcel, perder todos sus bienes”. Hay, pues, que hacer mucho bien para pagar nuestras deudas viejas. Con el capital de buenas obras, podemos pagar el Karma viejo sin necesidad de sufrir; no hay necesidad de amargarnos la vida.”
“Conozco a un sujeto XX. Sufre lo indecible: siempre en mala situación económica, siempre en la miseria. En cuanto negocio hay, fracasa; no hay negocio donde se meta que no fracase. Tiene mujer, tiene hijos, con ellos riñe incesantemente. No debería reñirse, pero pelean incesantemente, no están contentos. Yo los he visto en el Jardín Zoológico de Chapultepec: no dejan de pelear. Parece que no se entienden. Bueno, lo curioso del caso es que el sujeto XX –cuyo nombre no menciono- siempre pide que se le ayude económicamente, que trabajemos por él en el mundo de las Causa y Efecto, pero no lo he visto jamás hacer nada a favor de sus semejantes. Pide, pero no da. Pide y pide y pide, pero jamás da, ni da, ni da. Y pide, ¿con qué derecho pide, si no da? Es como querer uno que le perdonen sus deudas y no es capaz de perdonar a sus semejantes. Todos dicen, en la oración del “Padre Nuestro”: “Perdona nuestras deudas, así como nosotros perdonamos a nuestros deudores”. Pero si uno no perdona a sus deudores, a sus enemigos, ¿con qué derecho pide al Padre que lo perdone? ¿Qué derecho le asiste, para pedir perdón, cuando no es capaz de dar perdón? ¿Con qué derecho pide piedad, cuando no es capaz de entregar piedad? ¿Con qué derecho pide caridad, si no es capas de darla? Así son todos piden, pero no dan, y eso es gravísimo.”
“El Misionero Gnóstico debe dar. ¿Qué va a dar? Sabiduría y Amor a sus semejantes. Eso va a dar: va a asistir, va a auxiliar, pero con Amor.”
“Mis estimados hermanos, por ahora doy por concluida esta plática con ustedes. ¡Paz Inverencial!”
Era el primer sábado de Octubre y después de la conferencia de Primera Cámara, un grupo de seis personas nos quedamos en el recinto esperando que el Instructor se desocupara totalmente de sus actividades. Cuando esto sucedió, tomé la palabra para manifestarle que queríamos pasar por la “Ceremonia de Iniciación” y poder seguir a la Segunda Cámara. El Instructor nos citó para la próxima semana y comenzar la etapa de preparación para hacernos conscientes de lo que íbamos a hacer. Lo primero era que comprendiéramos que el místico sin preparación intelectual, nace el santurrón; así como del intelectual sin espiritualidad, nace el bribón. He ahí los dos polos opuestos, tan fácil de confundir y que en la inmensa mayoría de nuestra humanidad, no existe el menor propósito de profundizar psicológicamente en este campo del equilibrio intelectual y espiritual.
La Gnosis es el equilibrio, la sabiduría misma, porque marcha paralela en sus principios espirituales, sociales, intelectuales en todos los frentes de la vida humana. La Gnosis escudriña el principio de las cosas y se enrumba por ese principio; establece sus bases en el principio mismo de la vida, de la creación, de nuestra propia existencia. Los que estudiamos la Gnosis debemos llegar hasta el principio o raíz de nuestra propia existencia y empezar desde este punto de partida el escabroso viaje hacia nuestra Realidad Interior. Todo ser viviente tiene su principio en el sexo, entonces debemos empezar a estudiar nuestra propia existencia desde la raíz de nuestra vida que es, la energía sexual. En la energía sexual radica la potencia del Hombre y sólo mediante el estudio científico y consciente de los Misterios del Sexo podemos llegar a ser Hombres Verdaderos en el sentido exacto de la palabra.
Nos invitaba nuestro Instructor, en las reuniones de preparación, que cada uno de nosotros, en el propio hogar, encontráramos el Camino de la Redención por medio del amor puro, del lecho sin mancilla, si no pecamos contra el Espíritu Santo, que es fuente de vida, del que no pierde sus energías genéticas. Nos animaba a que entráramos a esta senda limpios en pensamiento, palabra y obra, por la puerta estrecha y angosta que es el sexo, este es el Arcano A. Z. F., que nos conduce al Altar de la Iniciación. La vestal (la esposa) nos despierta del letargo de los siglos, cuando la sabemos aprovechar, o a la inversa, la mujer con su varón.
El Instructor nos instaba a que aquí se requería la paciencia de Job para perseverar en la senda del Filo de la Navaja, la senda de las incesantes purificaciones, donde el peregrino se convierte en gladiador con el escudo del amor; lamentablemente, a veces, comentaba, muchos se quedan en los remansos y al igual que el pez, en ellos encuentra la muerte. Insistía que esta senda está llena de muchas renunciaciones y pruebas, pero que “hay remedios y remedios”; uno de esos remedios es nuestra “página de servicios”, la del “amor al prójimo”, el de sentir compasión por los que sufren, por los que están en el error. El que sirve a sus semejantes se desenvuelve en el Tercer Factor de la Revolución de la Conciencia y gana “Capital Dármico”; capital con el cual se maneja la vida y se combate al “León de la Ley de la Balanza”.
El Instructor continuaba llevando a cabo nuestra preparación preliminar; ya sentíamos el anhelo de pasar por la “consagración”; otros Hermanos de ese Lumisial asistían a nuestro “cursillo”, y nos brindaban su ayuda y experiencia. Me llamó mucho la atención que todos ellos enfatizaron hasta la saciedad en controlar nuestras fuerzas pasionales para poder avanzar, y como es obvio, esto implica tremendos sacrificaos, pero todo sacrificio tiene su recompensa. “La sangre del cordero lava los pecados del mundo”, esto quiere decir que si no perdemos la fuerza creadora, ganamos valores espirituales y pagamos con estos nuestras deudas Kármicas. O sea, con la ayuda inmediata de nuestro Salvador Íntimo, que está latente en nuestra propia simiente; lo que quiere decir que la misma energía Crística nos salva.
Después de diez reuniones con nuestro Instructor, recibiendo sus orientaciones durante dos horas diarias, acordó que el 27 de ese mes, octubre, comenzando a las 4 p. m., pasaríamos por el Ritual de Iniciación Gnóstica. Ese día es una fecha muy especial, pues según lo que se nos informó, la Iglesia Gnóstica tiene ciertas fechas magnas durante el año: el 6 de enero, el 4 de febrero, jueves y viernes santo, 27 de octubre y 24 de diciembre. Son como fiestas mayores y cada una de ellas tiene un significado trascendente.
Los seis miembros que estábamos dispuestos a avanzar a Segunda Cámara, nos pusimos el propósito de ser prácticos, conscientes de que no nos íbamos a engañar a sí mismos por omisión de aplicación práctica de los métodos y sistemas de la ciencia. Nos propusimos a capturar en la vida experimentar que la teoría sin la práctica es incompatible y que por este motivo era indispensable ser “realista”. Es importante comprender que en estos estudios no debemos quedarnos estancados sólo en la parte teórica, y por eso nos propusimos cumplir en nuestro interior estos propósitos: Prepararnos rápidamente en el despertar de la Conciencia; batallar permanentemente contra el sueño; luchar constantemente contra nuestros instintos animalescos, trabajar permanentemente en la “Fragua encendida de Vulcano” hasta fabricar los Cuerpos Existenciales Superiores del Ser; sacrificarnos por nuestros hermanos, por la humanidad. Los seis que íbamos camino a la Segunda Cámara, teníamos el anhelo de vivir la enseñanza práctica de momento en momento, de instante en instante, tal como el V. M. Samael Aun Weor nos enseña en las conferencias que le habíamos escuchado.
Faltando exactamente seis días para la fecha acordada: 27 de octubre de 1973, nos informaron que el Director Espiritual del Lumisial “Rafael”, del cual íbamos a hacer parte como “Miembros Activos”, había ordenado nuestra “Consagración”. Pero nuestra sorpresa fue grandemente maravillosa, pues ese día también se inauguraba en ese Centro Cultural Gnóstico, un “Curso de Misioneros” y el orador principal era nada más y nada menos que el V. M. Samael Aun Weor. Así que nuestra alegría era inmensa, sin límites ni orillas, pues íbamos a escuchar la conferencia inaugural por parte del Maestro, antes que nosotros pasáramos por la Ceremonia de Consagración.
Ese día llegamos al recinto a la hora que nos había indicado. En las primeras cuatro filas de asientos estaban ubicados los treinta miembros que iban a hacer el Curso de Misioneros. El destino de ellos apenas terminaran era Europa, Estados Unidos y América del Sur. Detrás de ellos estábamos unos setenta invitados. Frente a nosotros estaba una comitiva formada por diez personas: el Directos del Lumisial, El Instructor, dos reconocidos Misioneros Internacionales y escritores Gnósticos y seis miembros cofundadores del S.S.S. de la Sierra Nevada de Santa Marta, Colombia. En medio de ellos se encontraba el V. M. Samael Aun Weor, que con su sabiduría divina nos entregó esta extraordinaria carga cósmica:
“Amigos míos, damas y caballeros que me escuchan, vamos esta tarde a dar inicio a nuestro Curso de Misioneros. Veo hoy con alegría un grupo muy selecto de Hermanos Gnósticos que vienen de todas partes del mundo a prepararse para llevar a cabo la gran tarea de formar el “Ejército de Salvación Mundial.”
“La Revolución de la Conciencia, ustedes saben muy bien, tiene Tres Factores: Nacer, Morir y Sacrificio por la Humanidad. Nacer es un problema completamente sexual; Morir, también entra en función el sexo ahí; Sacrificio por la Humanidad es amor. Claro está, que el Sacrificio se cumple a través del Trabajo Esotérico, en beneficio de todo el mundo.”
“Jesús el Cristo dijo: “En que os améis los unos a los otros, probaréis que sois mis seguidores”. Mas no sería posible cumplir con este precepto Crístico, en tanto continúen dentro de nosotros los “Yoes” del resentimiento y del amor propio. Es urgente, inaplazable, impostergable, eliminar de nuestra psiquis tales elementos indeseables. El “Yo” del resentimiento o del deseo revanchista, siempre ha originado en el mundo grandes fracasos.”
“El Tercer Factor de la Revolución de la Conciencia es el Sacrificio por la Humanidad. Es necesario amar a nuestros semejantes, pero el amor hay que demostrarlo pues no basta decir que amamos a nuestros semejantes; no; hay que demostrarlo con hechos, hay que estar dispuestos a subir al ara del supremo sacrificio por la Humanidad, hay que levantar la antorcha de la sabiduría, para iluminar el camino de otros; hay que estar dispuestos a dar hasta la última gota de sangre por todos nuestros semejantes, con amor verdadero, desinteresado, puro.”
“De manera que el Tercer Factor de la Revolución de la Conciencia es el Sacrificio por nuestros semejantes. Nacer, Morir y Sacrificarnos por la Humanidad, son los tres factores que nos convierten a nosotros en verdaderas encarnaciones del Cristo Cósmico. Esos tres factores nos vienen a convertir en Dioses, aunque tengamos cuerpos de Hombres. Esos tres factores vienen a hacer de nosotros algo distinto: nos transforman en Deidusos o Dioses inefables Elohim, Daimones, etc. Si nosotros trabajáramos con el primer y segundo factor –el de nacer y morir-, pero no amáramos a nuestros semejantes, no hiciéramos nada por llevar la luz del conocimiento a otras gentes, pueblos y lenguas, caeríamos en un egoísmo espiritual, muy refinado, que nos impediría todo avance interior. Pues si solamente nos preocupamos por nosotros y nada más que por nosotros, olvidándonos de tantos millones de seres que pueblan el mundo, incuestionablemente nos auto-encerramos en nuestro propio egoísmo. En esa forma, el “Yo” del egoísmo no nos permitiría la Iluminación.”
“El egoísmo se puede presentar en formas sumamente refinadas, y hay que eliminarlas. En tanto tengamos egoísmo dentro de nosotros mismos, pues la Iluminación no será posible. El egoísmo está formado por múltiples “Yoes” dentro de los cuales se haya enfrascada la Conciencia. ¿Qué hay que desintegrar esa multiplicidad de “Yoes” egoístas? ¡Es verdad! Pues si no lo hiciéramos, la Conciencia continuaría embotellada, estrecha, limitada, condicionada, y cualquier posibilidad de Iluminación sería anulada.”
“Nosotros debemos comprender que toda la Humanidad es una gran familia. Desgraciadamente, estamos embotellados en muchos afectos y consideramos únicamente como familia a unas pocas personas que nos rodean, lo cual es egoísmo; porque todos los seres humanos, sin excepción de razas, credos, casta o color, somos una sola familia. Esa familia se llama “Humanidad. Si únicamente miramos como hermanos a los que nos rodearon desde la cuna, vamos muy mal. Si únicamente queremos redimir a esas gentes que se dicen “nuestros familiares”, marchamos egoístamente. Se hace indispensable ver en cada persona un hermano. Esto que digo no es por mero sentimentalismo, sino porque en verdad todos somos hermanos. No es una frase meramente sentimentalista; es real, tal como se escucha: somos una familia, una sola gran familia que no debería estar dividida, una familia enorme que puebla la Tierra y que se llama “Humanidad”. A esos, nuestros hermanos, necesitamos llevarles el conocimiento, mostrarles la Senda, a fin de que algún día ellos también puedan hallarla y llegar a la Liberación Final. Si nosotros queremos la felicidad, debemos luchar por la felicidad de otros. Mientras uno más da, más recibe; pero el que nada da, hasta lo que no tiene le será quitado.”
“¿Cómo podríamos nosotros alcanzar la auténtica felicidad Nirvánica o Paranirvánica, aquí y ahora si no trabajamos por la felicidad de otros? La auténtica felicidad del Ser no puede ser egoísta, se logra, únicamente, mediante el sacrificio por nuestros semejantes. Así, quienes han logrado los estadios del Ser más elevados, quienes han ingresado en los mundos Paranirvánicos, Maha-Paranirvánicos, o en el Monádico o Átmico, o quienes al fin han conseguido fusionarse con el Eterno Padre Cósmico Común, obviamente se sacrificaron en alguna forma por nuestros semejantes en el mundo, y esto les dio méritos suficientes como para lograr, en verdad, la dicha que no tiene límites ni orillas jamás. Así que, para hacer el Curso de Misioneros,, debemos pensar en el bien común; en que debemos amar, sí, de una forma extraordinaria, a todos los seres que pueblan la faz de la Tierra. Amar no solamente a los que nos aman, porque eso lo haría cualquiera, sino también a los que nos odian. A los que nos aman, porque nos comprenden; a los que nos odian, porque no nos comprenden.”
“No debe existir, en nosotros, eso que se llama “odio”. Hay gentes que destilan y beben su propio veneno, y sufren lo indecible. Y eso grave. Uno no debe ser tan tonto. Aquel que está destilando y bebiendo su propio veneno, pues es un tonto. Aquel que se ha forjado un “infiernito” en su entendimiento, es un necio. Uno tiene que pensar que lo mejor es amar, pues si uno hace de su mente un infierno, no es dichoso jamás. Las gentes están todas llenas de resentimientos, y eso es gravísimo, porque donde existe el “Yo” del resentimiento, no puede florecer el amor. No hay quien no tenga resentimiento; todo el mundo guarda en su corazón palabras, hechos dolorosos, acompañados naturalmente de sus secuencias o corolarios, que son los ya consabidos resentimientos. ¿Qué ganará el que carga con eso? En ese sentido, no sabe amar, es revanchista. El que odia, está muy cerca de la maldición.”
“Hay que saber comprender a los demás, aprender a mirar el punto de vista ajeno, si es que queremos saber amar. Las gentes son incomprensivas, las gentes no quieren entender a otras gentes; sencillamente porque no saben ver el punto de vista ajeno. Si uno se sitúa en el punto de vista ajeno, aprende a perdonar, aprende a amar. Pero si uno no es capaz de perdonar a nadie, no sabe amar. Ahora, perdonar en forma mecanicista, no sirve para nada. Uno no podría perdonar, sencillamente porque aprendió la doctrina Gnóstica que se debe perdonar, pero eso es automático, no sirve. En el fondo continuará con el mismo resentimiento, con el mismo odio y hasta con el mismo deseo revanchista sofocado o reprimido. Cuando se dice “perdonar”, esto implica una eliminación. Uno no puede perdonar si no elimina el “Yo” del resentimiento, si no anula el “Yo” del rencor, si no reduce a polvareda cósmica el “Yo” de la revancha; el “Yo” que quiere “sacarse el clavo”, etc. Mientras no haya eliminado tales “Yoes” a través de la comprensión y con el auxilio de Kundalini Shakti, no es posible que de verdad perdone. Y si da perdón, éste es automático y perdón automático no es perdón.”
“Hay que sincerarnos consigo mismos si queremos saber amar. Si uno no se sincera consigo mismo, si no es sincero consigo mismo, no puede amar jamás. Amar implica un trabajo dispendioso sobre sí mismo. ¿Cómo podría uno amar a otro si no trabaja sobre sí mismo? Si no elimina de su interior los “elementos” de la discordia, de la revancha, del resentimiento, del odio, etc.? Cuando tales “elementos” infrahumanos existen en nuestra psiquis, la capacidad de amar queda anulada. Nosotros necesitamos amar, sí, a todos nuestros semejantes. Pero, repito, esto implica un trabajo. Uno no puede amar mientras existan los “elementos” del odio en sí mismo. Si queremos amar, debemos ser sinceros, auto-explorarnos, auto-investigarnos para descubrir esos elementos que nos incapacitan para amar. Hay mucho amor fingido en las distintas escuelas de tipo pseudo-esotérico, pseudo-ocultista. Nosotros los Gnósticos no debemos aceptar amor fingido; debemos ser exigentes consigo mismos. ¿Vamos a amar a nuestros semejantes o no los vamos a amar? Seamos sinceros. No se trata de que nos dejemos llevar de sentimentalismos sublimes. Podríamos creer que sí amamos, cuando en realidad no estamos amando.”
“El amor es algo muy sublime. Les voy a poner a ustedes un ejemplo, o algunos ejemplos sobre el amor. El fundador de Nueva York era un hombre muy inteligente. Tenía, pues, una esposa, y muy distinguida. Cuando fundó a Nueva York, aquello parecía una paradoja: allí no había sino vegetación, árboles, montañas, etc., etc.; él concibió la idea de una gran ciudad, al contemplar aquella región. Pero era la “época dorada”, la época en que la gente tenía la sed de oro en los Estados Unidos, aunque siempre la ha tenido, pero en aquélla época era muy manifiesta: la codicia por el oro físico, las minas de oro, etc. Sí; él, yéndose por el mundo, cometió un error que lo consideró muy grave: abandonar a la mujer en plena montaña. No la abandonó por ninguna otra mujer; no; sino por el oro, por ir a buscar las minas. Al fin supo de ella: alguien le dijo que ella había muerto. El no se preocupó mucho por eso, porque él tenia ansía, sed insaciable de oro. Más tarde, con el tiempo, encontró a una mujer y se casó con ella, o sea, con otra mujer. Metió ferrocarril, estableció Bancos. Cuando ya era un gran hombre, hablando ante un auditorio, de pronto descubre, entre las gentes a la mujer que él había abandonado.”
“Aquel hombre ya no podía ni hablar, trató, pero se trababa, quedó confundido, porque pensaba que estaba muerta. Y a ella le habían informado que él se había casado otra vez, que tenía seis hijos. En el auditorio se topó “de manos a boca” con ella; él no hallaba qué hacer. Le dijo ella: “No te preocupes, sé que te has casado”. Él estaba perplejo, porque claro, por regla recordó su primar amor. Y la amaba, sólo que la sed del oro había hecho que la abandonara. No hallaba qué hacer. Dijo ella: “Puedes marcharte, sigue tu camino”, ella también lo adoraba. Él intentó alejarse y no podía, sentía que le era difícil desprenderse de ella. Pero ella le dio valor: “No mires hacia atrás –le dijo-, marcha hacia delante, no te detengas por mí. Debes triunfar, te amo mucho y deseo tu triunfo”. Él se fue, caminando como un sonámbulo, hasta que ella se marchó. Ella lo amaba demasiado. Él hubiera podido dejar a la otra mujer de inmediato e irse con ésta, pero ella prefirió su felicidad. Eso es Amor.”
“¿Cuál de ustedes se siente capaz de hacer eso: ser capaz de renunciar a lo más amado, por la felicidad misma de lo más amado? Es que el amor no quiere recompensas, es dádiva en sí mismo, trabajo con renuncia de los frutos, no quiere sino el bien de otros, aún a costa de la propia felicidad. Pretender definir el amor, es un poco difícil. Si se define, se desfigura. Es más bien como una emanación, surgida, dijéramos, del fondo mismo de la Conciencia, un funcionalismo del Ser. Hay que entender, hay que comprender, pues, la necesidad de amar a nuestros semejantes. Porque mediante el amor podemos transformarnos, y amando, repartir bendiciones, llevar la enseñanza a todos los pueblos de la Tierra, encaminar a otros con el máximum de la paciencia, saber perdonar los defectos ajenos.”
“Incuestionablemente, al llevar uno la enseñanza a otros, encontrará muchas resistencias. Indubitablemente, le lloverán a uno, en muchas ocasiones, piedras; pero hay que saber amar y perdonar a todos, no reaccionar tanto. Las gentes viven reaccionando ante los impactos que provienen del mundo exterior. Hay siempre una tendencia a reaccionar. Yo me he fijado, pues, en las mesas directivas de los Lumisiales. En plena Asamblea, alguien dice algo en relación a alguien y nunca falta la reacción inmediata del aludido. Algunas veces con ira, otras con impaciencia, pero en alguna forma reaccionan. Muy rara vez he visto que una mesa directiva donde un sujeto XX permanezca impasible, sin reaccionar ante lo que otros digan.”
“Hay esa tendencia, de todo el mundo, a reaccionar contra todo el mundo. ¡Mas, qué chistosas son las gentes!: basta mover un botón y “truenan” y “relampaguean." Y si se mueve otro botón, sonríen dulcemente. Los “humanoides” son máquinas que todo el mundo maneja a su antojo; son como un instrumento de música, donde cada cual toca su propia canción. Si alguien quiere que ustedes sonrían, basta decirles palabras dulces y darles palmaditas en el hombro, sonríen dulcemente. Si quiere que “truenen” o “relampagueen”, basta decirles unas cuantas palabras duras y ya se ponen con el entrecejo fruncido y reaccionan inmediatamente. Yo mismo aquí, estoy platicando con ustedes y los veo un poco sonrientes. Si en este momento les echara un regaño, ¿qué sucedería? Cambiarían de inmediato, ya no estarían tan sonrientes, ya las cejas aparecerían fruncidas. ¡Qué tristeza, pero así es!. ¿Por qué? Son máquinas, un instrumento que todo el mundo toca. Instrumentos, como la guitarra. El que quiera verlos contentos, dirá una cuantas palabras dulces y ya estamos felices. Pero el que quiera verlos llenos de odio, diga unas palabras duras y ya estaremos terribles.”
“De manera que dependemos de otros, no tenemos libertad, no somos dueños de nuestros propios procesos psicológicos, cada cual hace de nosotros lo que le venga en gana. Unas cuantas palabritas de lisonja, e inmediatamente, ¡Ah! sentimos auto-importancia; otra palabrita de humillación y qué tristes y pequeños nos sentimos. Si cada cual hace de nosotros lo que quiere, ¿entonces dónde está nuestra autonomía, cuándo dejaremos de ser máquinas? Es obvio que para aprender a amar, hay que adquirir autonomía, porque si uno no es dueño de sus propios procesos psicológicos, jamás puede amar. ¿Cómo? Si otros son capaces de sacarnos del estado de paz al estado de discordia, ¿cuándo podríamos amar?”
“Mientras uno dependa de otros, psicológicamente, no es capaz de amar. La dependencia obstaculiza el amor. Necesitamos nosotros acabar con la dependencia, hacernos amos de sí mismos, dueños de nuestros propios procesos psicológicos. Cuando yo tuve la reencarnación de Tomas de Kempis, escribí en mi libro “Imitación de Cristo”, en aquella antigua reencarnación, una frase que dice: "Yo no soy mas porque me alaben, ni menos porque me vituperen, porque yo siempre soy lo que soy”. De manera que debemos permanecer impasibles ante la alabanza y el vituperio, ante el triunfo y ante la derrota; siempre serenos, impasibles, siempre dueños de sí mismos, de nuestros propios procesos psicológicos.”
“Así sí, marchando por ese camino, llegaremos a estar siempre estables en Eso que se llama “Amor”. Necesitamos nosotros establecernos en el reino del amor, pero no podríamos hacerlo si no fuésemos dueños de nuestros propios procesos psicológicos. Pues si otros son capaces de hacernos rabiar cada vez que quieran, si otros son capaces de hacernos sentir odio, obviamente no somos dueños de sí mismos. En esas condiciones, jamás podríamos nosotros estar establecidos en el reino del amor. Estaríamos en el reino del odio, en el de la discordia, en el del egoísmo, en el de la violencia, pero jamás en el reino de Eso que se llama “Amor”. Debemos permanecer estables en el reino del amor, tenemos que hacernos dueños de nuestros propios procesos psicológicos. Si golpeamos en una puerta, por ejemplo, y nos reciben a piedras porque vamos a dar la enseñanza Gnóstica, y si nos alejamos de allí, dijéramos, con el deseo de revancha, o terriblemente confundidos, entonces no serviríamos para Misioneros Gnósticos. Si llegamos a un pueblo a predicar la palabra y el señor “cura” nos corre, y entonces nos llenamos de terror, ¿serviríamos, acaso, para Misioneros Gnósticos?”
“El terror nos incapacita para amar. ¿A qué le tenemos miedo nosotros? ¿A la muerte? Si para morir nacimos, ¿entonces qué? Que muera uno, unos días antes o unos días después, ¿qué? Siempre tiene uno que morir. Entonces, ¿a qué le tenemos miedo? Además, la muerte es tan natural como el nacimiento. Si le tenemos miedo a la muerte, también debemos tener temor al nacimiento, pues son los dos extremos de un mismo fenómeno que se llama “vida”. ¿Tenerle miedo a la muerte? ¿Por qué? ¿Si todo lo que nace tiene que morir? Las plantas nacen y mueren, los mundos nacen y mueren. Esta misma Tierra nació y un día será un cadáver, quedará convertida en una nueva Luna.”
“Así, pues, temer a la muerte ¿por qué? La muerte es la corona de todos, y por cierto que es hasta muy bella. Uno no debe mirar a la muerte jamás con horror; hay que mirarla como es. Ver un cadáver en un féretro, en la mitad de una sala, no es haber comprendido el Misterio de la Muerte. el Misterio de la Muerte es muy sagrado. Jamás se podría comprender el origen de la vida, el Misterio de la Vida, si antes no se ha comprendido a fondo el Misterio de la Muerte. Cuando uno entiende de verdad lo que son los Misterios de la Muerte, entiende los Misterios de la Vida. La muerte nos depara, pues, deliciosos momentos. Con la muerte viene la paz.”
“Bien vale la pena, pues, no tener miedo al morir. Y si alguien muriera en el cumplimiento de su deber, trabajando por la Humanidad, ese alguien sería premiado con creces en los mundos supriores. Dar uno la vida por sus semejantes, es algo sublime. Eso fue lo que hizo el divino Rabí de Galilea, es lo que han hecho todos los santos, los mártires: San Esteban, apedreado por enseñar la palabra; Pedro, crucificado con la cabeza hacia abajo y las piernas hacia arriba, para indicar el trabajo en la “Forja de los Cíclopes”. Eso son ellos: verdaderos mártires. Son los que descollan más tarde, entre el Mahamvantara como Dioses. Así, pues, temer es absurdo. Lo más que podría sucedernos a nosotros es que nos llevaran al paredón de fusilamiento ¿Y qué? Después de todo, ¿qué? Morirse uno, unos días antes o unos días después, es algo que no tiene la menor importancia. Vale las pena que pensemos en todas esas cosas. Por temor, los hombres se arman para matar a otros. Por temor, las guerras entre las naciones, pues cada nación teme que otra la invada y se arma, y viene el desastre. Por temor exciten los ladrones, que le tiene miedo a la vida. Por temor existen las prostitutas, que le tienen miedo al hambre. Por temor, un hombre mata a otro. El temor, pues, es la raíz de muchas maldiciones sobre la Tierra.”
“El que tiene miedo jamás podría afrontar la prueba del Guardián de la Inmensa Región. ¿Cómo podría afrontarla si teme? El que tiene miedo, al verse fuera del cuerpo físico, resulta “chillando”: Que parece que ya se olvidó, que dejó a su mamá y a su papi, que a sus hermanitos, que al abuelo. Que, en fin, “y ahora qué hago”. Pueden estar ustedes seguros que nosotros somos solos, cada uno de nosotros, y que la única familia que tenemos se llama “Humanidad”. Uno, después de muerto, tiene que llegar a la conclusión que está solo. La buena reputación de papá y de mamá, el cariño de sus hermanos, sus amigos, todo eso queda atrás. Se encuentra con que uno no es más que otra criatura de la Naturaleza y eso es todo; sin nombres ni apellidos, terriblemente sola. ¿Papá, mamá y los hermanitos? Son tan sólo la fascinación de un día; nada de eso tenemos, somos espantosamente solos. A la larga, lo único que tenemos que buscar adentro es el Padre que está en secreto y a nuestra Madre Divina Kundalini, y al Cristo Señor. ¿Y familia? ¡Todos los millones de seres humanos! No digo solamente los de la Tierra, sino los de todos los mundos del espacio. Esa es la realidad. Es una realidad descarnada lo que les estoy diciendo, pero es la realidad. Descarnada porque ustedes quieren mucho a sus familiares, ¿verdad? Ahora, si uno no tuviera familia dirían: “Bueno, si usted no la tiene, ¿pues qué le importa?” No, yo la tengo también, y me doy cuenta que es vano todo eso. No quiero decirles que yo no quiera a mis familiares. Yo sí los quiero, como ustedes los quieren; sólo que yo ya experimenté, directamente, la realidad de mi propia familia y llegué al convencimiento de que la familia es toda la Humanidad.”
“No guardo resentimientos contra la familia. No vayan a creer ustedes que estoy hablando con algún resentimiento. No, cuando digo que experimenté la realidad de lo que es la familia, quiero referirme en forma trascendental a la Enseñanza. Fuera del cuerpo físico, se me enseñaron los Misterios de la Vida y de la Muerte. En alguna ocasión se me hizo sentir la muerte por anticipado. Se me hizo salir del cuerpo físico; ya fuera de la forma, se me hizo adelantar en el tiempo para verme muerto ¿qué vi? Un cadáver. ¿Qué había en ese ataúd? Un cuerpo. ¿Cuál? El mío. ¿Quiénes estaban ante ese ataúd, en la sala llena de flores y coronas de difuntos? Familiares. Entre mis familiares, estaba ahí mi Madre. Me acerqué a ella, besé su mano y dije: “Gracias por el cuerpo que me diste; mucho me sirvió ese cuerpo, resultó maravilloso. ¡Gracias!”. Me acerqué a todos los otros familiares, despidiéndome de ellos. Abandoné aquélla morada y me sumergí entre el seno de la Naturaleza, convencido de que estaba desencarnado.”
“¿Qué había? Naturaleza: valles profundos, montañas, océanos, nubes, aire, Sol. ¿Y mis familiares qué? Se habían quedado en el pasado, ya no tenía familiares. Los nombres y apellidos, mi linaje, mi pueblo, mi lengua, ¿en qué habían quedado? ¡Cosas del pasado! Ahora estaba sumergido entre una Naturaleza salvaje, absolutamente: salvaje. Y entonces mi querida familia ¿qué? Solamente pude exclamar “¡Ya no tengo familia!”
“¿Y los seres que me rodearon? Eso fue en el pasado; ahora estoy solo, espantosamente solo. Soy tan sólo una criatura de la Naturaleza, una Naturaleza salvaje. ¡Lo que hay son unos valles, unas montañas, una tierra húmeda por la lluvia! ¿Y mi casa? ¿Cuál casa? Ya no tienes casa ¿Y bienes? Mucho menos bienes terrenales ¿De dónde los voy a sacar? Entonces, ¿quién eres? Una partícula de la Naturaleza, una Naturaleza salvaje que nada tiene que ver con cuestiones familiares. Conclusión: mi familia es toda la Humanidad, o todos los Humanoides, o todos los mundos, las Humanidades planetarias, y eso es todo. Sentí, sin embargo, un poco de tristeza, al darme cuenta que todavía el “cordón de plata” no se había roto. Hubiera querido romperlo, pero permanecía intacto. No me quedó más remedio que regresar. Yo pensaba que ya estaba desligado, absolutamente, de la forma física, y me tocaba volver otra vez. Y volví, sí, entré en mi cuerpo. Esa es la realidad, pues, en relación con familiares; parientes, allegados, primos, hermanos, tíos, sobrinos, nietos, biznietos, tataranietos. Y, en fin, todo eso nos fascina en el fondo.”
“Nosotros necesitamos elevar un poco el corazón con la frase “Sunsum Corda”: ¡Arriba Corazones! y saber que todos somos una gran familia; ver en cada persona un hermano, sentir a cada uno de nuestros hermanos como carne de nuestra carne, como sangre de nuestra sangre; no ver a los otros como extraños, como gente distinta, porque eso es absurdo. Todo somos una enorme, una inmensa familia que se llama “Humanidad.”
“Nosotros debemos sacrificarnos, por esa inmensa familia, con verdadero amor. Si así lo hacemos, marchamos con el Tercer Factor de la Revolución de la Conciencia en forma plena. Trabajando uno por los demás, también es recompensado. Aunque uno renuncie a los frutos de la acción, siempre es recompensado. Trabajando por los demás, podemos cancelar el Karma viejo que traemos de existencias anteriores. He conocido a muchas personas que sufren los problemas diversos de la vida, económicos, por ejemplo. Aquellos que tienen problemas económicos, incuestionablemente ocasionaron daños económicos a muchas gentes en el pasado y ahora cosecha lo mismo que sembraron, “toman de su propio chocolate”. Sin embargo, se quejan y protestan y blasfeman, y quieren mejorar la situación económica, pero no remedian el mal que hicieron, no forman parte de alguna Cooperativa, nos son capaces de partir su pan, para dar la mitad al hambriento; no son capaces de quitarse una camisa para vestir a un desnudo, nos son capaces de dar un consuelo a nadie, pero quieren mejorar económicamente. Claro, solicitan servicios, piden que les ayudemos en el trabajo de cambiar su situación, pero ellos no se preocupan por servir a nadie, son parásitos que existen bajo el Sol.”
“En esa forma, ¿cómo se podría mejorar económicamente? Toda causa trae su efecto. El Karma es el efecto de una causa anterior. Si se quiere anular el efecto, hay que empezar por anular la causa que lo produjo. Y se anula la causa que lo produjo con inteligencia. Con todas estas cosas se van a encontrar ustedes en el camino: unos que quieren que ustedes los curen, pero jamás se preocupan por curar a nadie; muchos que tienen gravísimos problemas económicos, pero nunca piensan cooperar en alguna forma con alguien, etc. Cada cual tiene sus problemas y los problemas los crea el Ego, y nada más que el Ego desdichado. Uno puede anular todos los problemas si no tiene Ego; si no tiene Ego no hay problemas. ¿Por qué? Porque no hay quien reaccione dentro de la mente de uno, no hay un revanchista que complique la situación, no hay nadie que odie en nosotros, o a través de nosotros. Entonces no hay problemas, los problemas los crea el Ego y nada más que el Ego. Trabajando a favor de los demás, pues uno cancela viejos Karmas. El que sirve a otros, se sirve a sí mismo. El que da recibe y mientras más da, más recibe; esa es la Ley. Al León de la Ley se combate con la Balanza. Si en un platillo de la Balanza pudiéramos nosotros poner buenas obras, en el platillo a nuestro favor, quedaría anulado el Karma. En verdad que el León de la Ley hay que darle duro con la Balanza. Esa es la clave para vencer el Karma. Como dicen los Señores de la Ley: “Haz buenas obras para que pagues tus deudas”. “El que tiene con qué pagar, paga y sale bien en los negocios; pero el que no tiene con qué pagar, tiene que ir a la cárcel, perder todos sus bienes”. Hay, pues, que hacer mucho bien para pagar nuestras deudas viejas. Con el capital de buenas obras, podemos pagar el Karma viejo sin necesidad de sufrir; no hay necesidad de amargarnos la vida.”
“Conozco a un sujeto XX. Sufre lo indecible: siempre en mala situación económica, siempre en la miseria. En cuanto negocio hay, fracasa; no hay negocio donde se meta que no fracase. Tiene mujer, tiene hijos, con ellos riñe incesantemente. No debería reñirse, pero pelean incesantemente, no están contentos. Yo los he visto en el Jardín Zoológico de Chapultepec: no dejan de pelear. Parece que no se entienden. Bueno, lo curioso del caso es que el sujeto XX –cuyo nombre no menciono- siempre pide que se le ayude económicamente, que trabajemos por él en el mundo de las Causa y Efecto, pero no lo he visto jamás hacer nada a favor de sus semejantes. Pide, pero no da. Pide y pide y pide, pero jamás da, ni da, ni da. Y pide, ¿con qué derecho pide, si no da? Es como querer uno que le perdonen sus deudas y no es capaz de perdonar a sus semejantes. Todos dicen, en la oración del “Padre Nuestro”: “Perdona nuestras deudas, así como nosotros perdonamos a nuestros deudores”. Pero si uno no perdona a sus deudores, a sus enemigos, ¿con qué derecho pide al Padre que lo perdone? ¿Qué derecho le asiste, para pedir perdón, cuando no es capaz de dar perdón? ¿Con qué derecho pide piedad, cuando no es capaz de entregar piedad? ¿Con qué derecho pide caridad, si no es capas de darla? Así son todos piden, pero no dan, y eso es gravísimo.”
“El Misionero Gnóstico debe dar. ¿Qué va a dar? Sabiduría y Amor a sus semejantes. Eso va a dar: va a asistir, va a auxiliar, pero con Amor.”
“Mis estimados hermanos, por ahora doy por concluida esta plática con ustedes. ¡Paz Inverencial!”
No hay comentarios:
Publicar un comentario